La Cámara Oscura

La Cámara Oscura

En numerosos documentos se describe la cámara oscura como un instrumento óptico capaz de obtener la proyección plana de una imagen real sobre la pared de su superficie interior. Este invento, que aparece en la historia desde la Grecia Clásica, era utilizado antiguamente como soporte para el dibujo. La imagen, que era proyectada sobre un soporte plano, podía servir de pauta para dibujar encima.

Este apunte histórico deviene fundamental para analizar la serie de obras incluidas en La cámara oscura. Podemos observar cómo Cèlia Izquierdo muestra, como ya ha hecho en otras ocasiones, retratos de cuestiones, fundamentalmente, intangibles. Podríamos pensar que esta cuestión aleja su obra de los planteamientos realistas que posibilita y promueve este antiguo invento, embrión de la fotografía. Por otro lado, se puede afirmar que aparecen profundas similitudes entre el funcionamiento de este instrumento que facilita la plasmación en dos dimensiones de la realidad y su propuesta artística.

Por un lado, tal como exponen algunos expertos, probablemente la cámara oscura no tuvo un inventor concreto. Cualquier habitación que se presentase con una pequeña rendija de luz o una ventana podía actuar sin que ni siquiera este efecto fuese pretendido. Cèlia Izquierdo presenta en esta serie de obras un ejemplo más de esta casualidad convirtiéndose a ella misma, como artista, en una metáfora, en un instrumento de plasmación de la realidad. En esta ocasión reflexiona sobre su propio proceso creativo y se presenta a ella misma como una cámara oscura, como un instrumento de creación dotado de un espacio interior donde, a través de la interacción cuotidiana, que penetra en la oscuridad interior, dibuja una expresión gráfica que le sirve de pauta para la creación artística.

La forma de las caricias


Por todo ello, se podría creer que el resultado de este proceso interior no llega a parecerse al de la cámara oscura, ya que la obra que resulta no es figurativa. Sería, sin lugar a duda, un error. El producto resultante de este proceso creativo retrata una realidad. Como ya se ha podido observar en otras ocasiones, las obras de esta artista gerundense apuestan por la abolición del objeto en favor de la creación absoluta, esencial, intangible. Este hecho, en ningún caso, se aleja de una situación de realidad. Que el lenguaje sea abstracto no significa que este no haga referencia a algo existente en la realidad subjetiva de la artista. De alguna forma, la realidad vivencial de esta artista tiñe totalmente su producción artística.

Es en este sentido que las obras de La cámara oscura devienen el resultado de un proceso creativo muy concreto: el de una subjetiva interioridad, capaz de fotografiar la realidad -muchas veces ya incorpórea- que es desnudada hasta la abstracción. Es en este sentido que podemos comprender obras como Conversaciones con el vacío, Reflexiones inciertas o Íntima simplicidad, entre otras. En estas obras se ha suprimido todo elemento tangible y se ha acentuado todavía más su carácter incorpóreo a través de un lenguaje plástico marcado por una iconografía de manchas, chorretones y salpicaduras.

Dentro de esta misma serie se percibe una gran predominancia de los elementos relacionados con el cuerpo. En la serie anterior, El silencio de las respuestas, ya aparecía esta cuestión. Un elemento corporal de gran sugestión que utiliza de nuevo es la piel. Piezas como Entre las sábanas, La forma de las caricias o Piel envenenada, no dejan de incorporar una clara referencia a este tejido de recubrimiento corporal conectado directamente a cuestiones emocionales a través de su experimentación táctil.

Rumores del pasado


Por otra parte, se hace referencia a otras cuestiones corporales. Es muy interesante la evolución y establecimiento de algunos recursos iconográficos que esta artista ha ido gestando, vinculando el malestar como una expresión plástica de forma ovalada caracterizada por una pintura blanquecina y de textura espesa. Sin duda Cèlia Izquierdo continua trebajando la transposición de estados psicológicos o emocionales corporeizándolos. Obras como Penumbra infectada, Retrato descarnado, Incomodidad latente, Expresión compleja, Lecciones muertas o Fragmentación emocional presentan el malestar enquistado en un espacio indeterminado del cuerpo. Esta idea había aparecido ya en El silencio de las respuestas en la obra Contener el dolor, una pieza escultórica que se presentaba como un núcleo compacto que explicaba el malestar corporal que genera el peso del dolor al ser contenido. De la misma manera, las formas ovaladas, que aparecen en las obras mencionadas dentro de esta serie, muestran un núcleo de malestar, como un tumor enquistado en un tejido corporal.

Piel envenenada

Después de analizar las diversas obras que conforman La cámara oscura uno puede darse cuenta que, además de una clara declaración del proceso creativo de esta joven artista, esta serie se convierte en un paso más en el desarrollo del universo poético que explora y que, sin romper con la serie anterior, propone al observador caminos para reflexionar sobre la cara más íntima de la propia interioridad utilizando el cuerpo como espacio de introspección. Todos somos una cámara oscura.

Laura Masó, 2008

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